miércoles, 5 de julio de 2017

"Inquilinos", de Alicia Pérez Gil



Esta es la tercera entrada sobre Alicia Pérez Gil para el proyecto AdoptaUnaAutora, y en ella voy a hablaros de su obra Inquilinos y de la lectura conjunta que hizo de ella la web Lanave invisible en la plataforma de lectura Goodreads. Inquilinos es una antología de relatos autoeditada y publicada en 2012, después de un largo período de sequía literaria (unos quince años), que recoge diez relatos de terror con ilustración incorporada. Como preparación a la lectura conjunta, La nave invisible le hizo a Alicia esta entrevista. La lectura tuvo lugar durante todo el mes de junio y cada uno de los relatos tenía su propio apartado para dejar comentarios. La participación fue bastante alta al principio, aunque luego fue decayendo, supongo que como pasa en cualquier actividad que dure más de unos días. No obstante, sí hubo un grupo de lectores fiel que se pasó por allí para dar sus opiniones y aportar algún matiz que a los demás se nos podría haber pasado por alto. Y Alicia respondió en los diez hilos. 



Hay una cosa que veo en Alicia Pérez Gil y no veo en otros muchos autores, y es la capacidad que tiene para conectar con sus lectores. Le gusta, se nota que le gusta. Le gusta leer sus opiniones, hablar con ellos, dar explicaciones. La he visto charlar cara a cara con alguno de ellos e iluminarse por completo. Alicia no quiere escribir; Alicia quiere que la lean, que la comprendan, que la quieran. Y yo diría que está yendo de maravilla por ese camino ella solita.

Y ahora sí, vamos a hablar de la antología. Como ya he dicho, consta de diez relatos de terror, de muy diferente longitud y temática, a cada uno de los cuales lo acompaña la correspondiente ilustración. Nueve de esas diez ilustraciones son del mismo autor, Jesús Guzmán Martínez; podéis encontrarlo en Facebook y en Instagram si os apetece curiosear sobre sus trabajos. Personalmente, creo que este tipo de ilustración encaja muy bien con la antología, porque produce exactamente la misma disonancia cognitiva de la que os hablé en la primera entrada sobre Alicia; relatos crudos, imágenes amables (incluso un poco infantilizadas). La otra ilustración corre a cargo de CalaveraDiablo, un ilustrador con un estilo muy diferente que sabe crear inquietud con sus trabajos, podéis comprobarlo aquí.

Antes de pasar a los relatos, me gustaría hacer una valoración general de la antología. Por una parte está la prosa, bastante cuidada (aunque necesita una pequeña revisión ortotipográfica), y por otra está el ritmo, a veces un poco intrincado de más. No es raro en este libro empezar a leer un relato y no enterarte mucho de lo que está pasando hasta un buen rato después. Es marca de la casa, me temo. A la autora le gusta sumergirnos en el desconcierto hasta que a ella le da la gana de dejarnos salir a respirar un poco. Y luego, al final, con un solo toque, nos saca por completo del desconcierto. Pero si hay algo recurrente en esta obra, son los escenarios con relaciones familiares conflictivas. Tanto, que puede llegar incluso a hacerse un poco pesado. Mi sospecha es que Alicia Pérez Gil nos habla a través del terror de algo mucho más cercano e inquietante, algo que no debe ser nombrado pero que todos podemos identificar si posamos en ello la mirada correcta. Nos habla al subconsciente y es desde allí desde donde dirige nuestra mirada. 

Y ahora sí, mi visión personal sobre cada uno de los cuentos. Y una noticia reciente: ¿Sabéis que un relato de Alicia ha sido seleccionado para el Visiones 2017, la antología anual de la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT) en la que se descubren nuevos talentos?  Pues sí, eso ha sucedido. Podéis consultarlo aquí.

1.- Visita de cortesía. Mira que no me gustan los vampiros, ¿eh? Esos seres refinados y elegantes que viven atormentados en lujosas y oscuras mansiones, a la espera de que caiga la noche para saciar su sed de sangre con algún incauto y desafortunado humano. No, no me van los vampiros; pero este relato me ha reconciliado con ellos. No sé cómo lo hace, pero Alicia siempre consigue que me guste algo que a priori no me gusta nada. Aunque en este caso creo que sé lo que ha pasado; sus vampiros no se parecen en nada a lo que acabo de describir.

            La historia comienza, como suele suceder en sus relatos, con una escena cotidiana y un personaje más bien anodino. En este caso se trata de Mercedes, una mujer (¿secretaria? ¿ejecutiva? ¿negociadora?) que acude a una reunión en la que solo hay hombres. A partir de ahí se verá inmersa en una vorágine marcada por la lucha entre clanes de vampiros. Pero el valor del relato no está ahí, está en la descripción que nos hace la autora de los llamados “vampiros puros”, para lo cual nos traslada en el tiempo a una era en la que estos seres sobrenaturales se encuentran por primera vez con los humanos. Es ese mundo que desprende crueldad, primitivismo y supervivencia, lo que cautiva al lector y lo aleja de los típicos clichés del género. Solo por este relato, ya me alegré de haber empezado la antología. Y eso que era solo el primero. 

2.- Desobedientes. En este relato se nos presenta a un grupo de niños y niñas, compañeros de colegio, y se utilizan elementos usuales como miedos infantiles, ritos de iniciación y rivalidades. El ambiente es muy Stranger Things o incluso It… pero, como siempre, las cosas no son lo que parecen en las historias de Alicia. Y, también como siempre, no estoy nada segura de haber interpretado bien el fondo del asunto. La impresión clara que me ha quedado es la de que los monstruos que atormentan a los niños no son los verdaderos monstruos. Lo monstruos de verdad, los que marcan para toda la vida, son mucho más terribles que todo lo que pueda haber tras la puerta de un armario o debajo de la cama. 

3.- En las ocasiones especiales. Una mujer recluida en una residencia de ancianos contacta con una fotógrafa famosa que parece tener ciertas habilidades especiales. El relato entero es un diálogo entre estos dos personajes y lo cierto es que me ha sabido a poco.  Carolina, la fotógrafa, es una mujer fuerte, con una actitud escéptica ante el mundo y segura de sí misma; la anciana también es una mujer fuerte, que ve cómo se le escapa la vida y no se resigna a ello. La interacción entre ambas genera una dinámica llena de promesas que no llegan a cumplirse debido a la reducida extensión del relato.

Me ha costado un poco entrar en la historia, que para mi gusto peca de un exceso de descripción al principio. Es este uno de esos relatos que no gira en torno a sorpresas, sino que tiene como único elemento una idea brillante y unos personajes bien definidos. Su único defecto, tal vez, aparte de lo breve de su extensión, sea un cierto desequilibrio narrativo entre la primera parte y la segunda. En cualquier caso, el resultado es más que digno. 

4.- Melodía en verde. Este me ha costado. Mi mente racional intentaba entender lo que estaba pasando, así que he tenido que leerlo dos veces. El relato arranca con una mujer encerrada en algún sitio indeterminado, a oscuras, envuelta en una sensación opresiva de irrealidad y de alerta constante. Y todo es verde. La principal virtud de esta historia, a mi modo de ver, es el ambiente que se crea en tan pocas páginas, la manera de descolocar al lector desde el principio y de hacerle ver que no, que aquí no funcionan las reglas de narración convencionales. Eso y el final, que hace que todo encaje en un perfecto clic en el que la escena cobra sentido. 

5.- La rusa. Una mujer que, de nuevo, vive una relación familiar conflictiva, un embarazo adolescente que marca una vida y el amor incondicional hacia un abuelo. Esos son los elementos con los que juega este relato, todo ello aderezado con una serie de sucesos que de entrada parecen no tener mucha relación, pero que al final encajan como los engranajes de un mecanismo perfecto. Como siempre, hay que estar muy atento a la lectura, que puede parecer confusa en algunos momentos, para ver el hilo que la autora va tejiendo con el propósito de rematar el relato con una puntada segura y maestra.

6.- Hasta que crezca. En un mundo postapocalíptico en el que la gente vive recluida en sus casas, un hombre observa de manera asidua a través de un telescopio a una mujer embarazada. A medida que el embarazo progresa, el hombre parece establecer un extraño apego hacia ese futuro bebé. Este es el comienzo de un relato en el que, como siempre, la sensación de desasosiego es constante. La situación se vuelve más oscura aún cuando aparecen los huecos, una especie de zombis de los que todo el mundo se esconde y que han tomado por completo la ciudad. Las escenas finales tienen lugar en el hospital, después de que la embarazada haya dado a luz y el hombre que la observaba se presente allí con el fin de conocer a ese bebé, al que considera suyo. Por supuesto, el final, una vez más, no es inocuo. 
 
7.- Disfunciones. Aun siendo muy corto, este reato está contado en dos subtramas; la de un chico gitano que representa la lucha por la integración y la de un hombre que sufre una serie de disfunciones que registra e investiga por su cuenta. La historia arranca con Javier, el chico cuyo nombre gitano era Kavi antes de cambiárselo, y sus problemas con el patriarca del clan y con la aceptación de la leyenda de los mullos, una especie de vampiros en la tradición gitana. Pero la verdadera historia se cuenta en las reflexiones de Paco, que se encuentra recluido en un sótano y nos va relatando la verdad sobre su situación a medida que él mismo la va descubriendo. Ambas historias transcurren paralelas hasta que confluyen, de nuevo, de manera perfectamente coherente. 


8.- A la tercera. Este es uno de los relatos más cortos de la antología y, a mi manera de ver, también uno de los más simbólicos. La acción arranca con la llegada de Albert, un hombre bastante anodino y dominado por completo por su mujer, a la habitación de un hotel. Por la noche oye voces en la habitación de al lado y sospecha que algo malo acaba de ocurrir, pero no hace nada al respecto. Y esa decisión tendrá consecuencias importantes en su vida. El final del relato es uno de los más flojos de la antología, pero eso me parece hasta irrelevante. La autora dibuja la figura de una esposa―madre que lo abarca todo y que asfixia vitalmente a Albert, aunque me parece intuir que no es de Albert de quien habla en realidad. La sensación que me deja es muy fuerte y tiene que ver con la denuncia del conformismo y la indolencia, con la necesidad de no perder la identidad y de hacer lo único que uno puede hacer para no dejar de ser uno mismo; tomar decisiones. Este relato es, en sí mismo, un canto a la vida. 

9.- A las dos serán las tres. Uno de los más flojos de la antología, para mi gusto. Reproduce unos cuantos estereotipos en el tema de las infidelidades y presenta, una vez más, un conflicto personal entre los protagonistas. Creo que mi insatisfacción nace del ambiente general en el que se mueven los personajes, que percibo como rancio y anodino, hasta el punto de no conseguir que me interese nada de lo que suceda. El elemento fantástico es original y está bien resuelto, pero no ha sido suficiente para engancharme. 

 


10.- Código de circulación. Tremendo este relato. Unas chicas viajan con un perro en un coche y van viendo las expresiones de terror de las personas que van en algunos de los coches que las adelantan. Hacen una parada en una gasolinera y allí se encuentran con un chaval encerrado en el baño y que dice que no piensa volver a montarse en ningún coche. Es una historia muy corta y hay algún defecto de forma en ella, pero el conjunto lo compensa mucho porque deja un sabor de boca muy parecido al que lograba la mítica serie Creepshow en cada uno de sus episodios. 





 La antología está disponible en la plataforma Lektu, en la modalidad “Paga si te gusta”. 

Y como primicia, un último proyecto de Alicia llamado Extraño laboratorio de palabras incómodas, en el que podéis aportar vuestro granito de arena para que salga adelante. Se trata de un alfabeto ilustrado muy particular, como todo lo que hace ella.