Esta
es la tercera entrada sobre Alicia Pérez Gil para el proyecto AdoptaUnaAutora, y en ella voy a
hablaros de su obra Inquilinos y de la
lectura conjunta que hizo de ella la web Lanave invisible en la plataforma de lectura Goodreads. Inquilinos es
una antología de relatos autoeditada y publicada en 2012, después de un largo
período de sequía literaria (unos quince años), que recoge diez relatos de
terror con ilustración incorporada. Como preparación a la lectura conjunta, La
nave invisible le hizo a Alicia esta entrevista. La lectura tuvo lugar durante
todo el mes de junio y cada uno de los relatos tenía su propio apartado para
dejar comentarios. La participación fue bastante alta al principio, aunque
luego fue decayendo, supongo que como pasa en cualquier actividad que dure más
de unos días. No obstante, sí hubo un grupo de lectores fiel que se pasó por
allí para dar sus opiniones y aportar algún matiz que a los demás se nos podría
haber pasado por alto. Y Alicia respondió en los diez hilos.
Hay una cosa que veo en Alicia Pérez Gil
y no veo en otros muchos autores, y es la capacidad que tiene para conectar con
sus lectores. Le gusta, se nota que le gusta. Le gusta leer sus opiniones,
hablar con ellos, dar explicaciones. La he visto charlar cara a cara con alguno
de ellos e iluminarse por completo. Alicia no quiere escribir; Alicia quiere
que la lean, que la comprendan, que la quieran. Y yo diría que está yendo de
maravilla por ese camino ella solita.
Y ahora sí, vamos a hablar de la
antología. Como ya he dicho, consta de diez relatos de terror, de muy diferente
longitud y temática, a cada uno de los cuales lo acompaña la correspondiente
ilustración. Nueve de esas diez ilustraciones son del mismo autor, Jesús Guzmán
Martínez; podéis encontrarlo en Facebook y en Instagram si os apetece curiosear
sobre sus trabajos. Personalmente, creo que este tipo de ilustración encaja muy
bien con la antología, porque produce exactamente la misma disonancia cognitiva
de la que os hablé en la primera entrada sobre Alicia; relatos crudos, imágenes
amables (incluso un poco infantilizadas). La otra ilustración corre a cargo de CalaveraDiablo,
un ilustrador con un estilo muy diferente que sabe crear inquietud con sus
trabajos, podéis comprobarlo aquí.
Antes de pasar a los relatos, me gustaría
hacer una valoración general de la antología. Por una parte está la prosa,
bastante cuidada (aunque necesita una pequeña revisión ortotipográfica), y por
otra está el ritmo, a veces un poco intrincado de más. No es raro en este libro
empezar a leer un relato y no enterarte mucho de lo que está pasando hasta un
buen rato después. Es marca de la casa, me temo. A la autora le gusta
sumergirnos en el desconcierto hasta que a ella le da la gana de dejarnos salir
a respirar un poco. Y luego, al final, con un solo toque, nos saca por completo
del desconcierto. Pero si hay algo recurrente en esta obra, son los escenarios
con relaciones familiares conflictivas. Tanto, que puede llegar incluso a hacerse
un poco pesado. Mi sospecha es que Alicia Pérez Gil nos habla a través del
terror de algo mucho más cercano e inquietante, algo que no debe ser nombrado
pero que todos podemos identificar si posamos en ello la mirada correcta. Nos
habla al subconsciente y es desde allí desde donde dirige nuestra mirada.
Y ahora sí, mi visión personal sobre cada
uno de los cuentos. Y una noticia reciente: ¿Sabéis que un relato de Alicia ha
sido seleccionado para el Visiones 2017, la antología anual de la Asociación
Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror (AEFCFT) en la que se descubren
nuevos talentos? Pues sí, eso ha
sucedido. Podéis consultarlo aquí.
1.- Visita de cortesía. Mira que no me gustan los vampiros, ¿eh?
Esos seres refinados y elegantes que viven atormentados en lujosas y oscuras
mansiones, a la espera de que caiga la noche para saciar su sed de sangre con
algún incauto y desafortunado humano. No, no me van los vampiros; pero este
relato me ha reconciliado con ellos. No sé cómo lo hace, pero Alicia siempre
consigue que me guste algo que a priori no me gusta nada. Aunque en este caso
creo que sé lo que ha pasado; sus vampiros no se parecen en nada a lo que acabo
de describir.
La historia comienza, como suele suceder
en sus relatos, con una escena cotidiana y un personaje más bien anodino. En
este caso se trata de Mercedes, una mujer (¿secretaria? ¿ejecutiva?
¿negociadora?) que acude a una reunión en la que solo hay hombres. A partir de
ahí se verá inmersa en una vorágine marcada por la lucha entre clanes de
vampiros. Pero el valor del relato no está ahí, está en la descripción que nos
hace la autora de los llamados “vampiros puros”, para lo cual nos traslada en
el tiempo a una era en la que estos seres sobrenaturales se encuentran por
primera vez con los humanos. Es ese mundo que desprende crueldad, primitivismo
y supervivencia, lo que cautiva al lector y lo aleja de los típicos clichés del
género. Solo por este relato, ya me alegré de haber empezado la antología. Y
eso que era solo el primero.
2.- Desobedientes. En este relato se nos presenta a un grupo
de niños y niñas, compañeros de colegio, y se utilizan elementos usuales como
miedos infantiles, ritos de iniciación y rivalidades. El ambiente es muy Stranger Things o incluso It… pero, como siempre, las cosas no son
lo que parecen en las historias de Alicia. Y, también como siempre, no estoy
nada segura de haber interpretado bien el fondo del asunto. La impresión clara
que me ha quedado es la de que los monstruos que atormentan a los niños no son los
verdaderos monstruos. Lo monstruos de verdad, los que marcan para toda la vida,
son mucho más terribles que todo lo que pueda haber tras la puerta de un armario
o debajo de la cama.
3.- En las ocasiones
especiales. Una mujer
recluida en una residencia de ancianos contacta con una fotógrafa famosa que
parece tener ciertas habilidades especiales. El relato entero es un diálogo
entre estos dos personajes y lo cierto es que me ha sabido a poco. Carolina, la fotógrafa, es una mujer fuerte, con
una actitud escéptica ante el mundo y segura de sí misma; la anciana también es
una mujer fuerte, que ve cómo se le escapa la vida y no se resigna a ello. La
interacción entre ambas genera una dinámica llena de promesas que no llegan a
cumplirse debido a la reducida extensión del relato.
Me
ha costado un poco entrar en la historia, que para mi gusto peca de un exceso
de descripción al principio. Es este uno de esos relatos que no gira en torno a
sorpresas, sino que tiene como único elemento una idea brillante y unos
personajes bien definidos. Su único defecto, tal vez, aparte de lo breve de su
extensión, sea un cierto desequilibrio narrativo entre la primera parte y la
segunda. En cualquier caso, el resultado es más que digno.
4.- Melodía en verde. Este me ha costado. Mi mente racional
intentaba entender lo que estaba pasando, así que he tenido que leerlo dos
veces. El relato arranca con una mujer encerrada en algún sitio indeterminado,
a oscuras, envuelta en una sensación opresiva de irrealidad y de alerta
constante. Y todo es verde. La principal virtud de esta historia, a mi modo de
ver, es el ambiente que se crea en tan pocas páginas, la manera de descolocar
al lector desde el principio y de hacerle ver que no, que aquí no funcionan las
reglas de narración convencionales. Eso y el final, que hace que todo encaje en
un perfecto clic en el que la escena
cobra sentido.
5.- La rusa. Una mujer que, de nuevo, vive una
relación familiar conflictiva, un embarazo adolescente que marca una vida y el
amor incondicional hacia un abuelo. Esos son los elementos con los que juega
este relato, todo ello aderezado con una serie de sucesos que de entrada
parecen no tener mucha relación, pero que al final encajan como los engranajes
de un mecanismo perfecto. Como siempre, hay que estar muy atento a la lectura,
que puede parecer confusa en algunos momentos, para ver el hilo que la autora
va tejiendo con el propósito de rematar el relato con una puntada segura y
maestra.
6.- Hasta que crezca. En un mundo postapocalíptico en el que la
gente vive recluida en sus casas, un hombre observa de manera asidua a través
de un telescopio a una mujer embarazada. A medida que el embarazo progresa, el
hombre parece establecer un extraño apego hacia ese futuro bebé. Este es el
comienzo de un relato en el que, como siempre, la sensación de desasosiego es
constante. La situación se vuelve más oscura aún cuando aparecen los huecos, una especie de zombis de los que
todo el mundo se esconde y que han tomado por completo la ciudad. Las escenas
finales tienen lugar en el hospital, después de que la embarazada haya dado a
luz y el hombre que la observaba se presente allí con el fin de conocer a ese
bebé, al que considera suyo. Por supuesto, el final, una vez más, no es inocuo.
7.- Disfunciones. Aun siendo muy corto, este reato está
contado en dos subtramas; la de un chico gitano que representa la lucha por la
integración y la de un hombre que sufre una serie de disfunciones que registra
e investiga por su cuenta. La historia arranca con Javier, el chico cuyo nombre
gitano era Kavi antes de cambiárselo, y sus problemas con el patriarca del clan
y con la aceptación de la leyenda de los mullos,
una especie de vampiros en la tradición gitana. Pero la verdadera historia se
cuenta en las reflexiones de Paco, que se encuentra recluido en un sótano y nos
va relatando la verdad sobre su situación a medida que él mismo la va
descubriendo. Ambas historias transcurren paralelas hasta que confluyen, de
nuevo, de manera perfectamente coherente.
8.- A la tercera. Este es uno de los relatos más cortos de
la antología y, a mi manera de ver, también uno de los más simbólicos. La
acción arranca con la llegada de Albert, un hombre bastante anodino y dominado
por completo por su mujer, a la habitación de un hotel. Por la noche oye voces
en la habitación de al lado y sospecha que algo malo acaba de ocurrir, pero no
hace nada al respecto. Y esa decisión tendrá consecuencias importantes en su
vida. El final del relato es uno de los más flojos de la antología, pero eso me
parece hasta irrelevante. La autora dibuja la figura de una esposa―madre que lo
abarca todo y que asfixia vitalmente a Albert, aunque me parece intuir que no
es de Albert de quien habla en realidad. La sensación que me deja es muy fuerte
y tiene que ver con la denuncia del conformismo y la indolencia, con la
necesidad de no perder la identidad y de hacer lo único que uno puede hacer
para no dejar de ser uno mismo; tomar decisiones. Este relato es, en sí mismo,
un canto a la vida.
9.- A las dos serán las
tres. Uno de los más
flojos de la antología, para mi gusto. Reproduce unos cuantos estereotipos en
el tema de las infidelidades y presenta, una vez más, un conflicto personal
entre los protagonistas. Creo que mi insatisfacción nace del ambiente general
en el que se mueven los personajes, que percibo como rancio y anodino, hasta el
punto de no conseguir que me interese nada de lo que suceda. El elemento
fantástico es original y está bien resuelto, pero no ha sido suficiente para
engancharme.
10.- Código de circulación.
Tremendo este relato.
Unas chicas viajan con un perro en un coche y van viendo las expresiones de
terror de las personas que van en algunos de los coches que las adelantan.
Hacen una parada en una gasolinera y allí se encuentran con un chaval encerrado
en el baño y que dice que no piensa volver a montarse en ningún coche. Es una
historia muy corta y hay algún defecto de forma en ella, pero el conjunto lo
compensa mucho porque deja un sabor de boca muy parecido al que lograba la
mítica serie Creepshow en cada uno de
sus episodios.
La
antología está disponible en la plataforma Lektu, en la modalidad “Paga si te
gusta”.
Y como primicia, un último proyecto de Alicia llamado Extraño laboratorio de palabras incómodas, en el que podéis aportar vuestro granito de arena para que salga adelante. Se trata de un alfabeto ilustrado muy particular, como todo lo que hace ella.
Y como primicia, un último proyecto de Alicia llamado Extraño laboratorio de palabras incómodas, en el que podéis aportar vuestro granito de arena para que salga adelante. Se trata de un alfabeto ilustrado muy particular, como todo lo que hace ella.